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サマリー
あらすじ・解説
Ya hemos visto en este capítulo que Pablo era un ganador de almas. Tenía un corazón para los perdidos e hizo todo lo que pudo para alcanzarlos para Jesús. En este pasaje, Pablo se describe a sí mismo como un predicador del evangelio. Hay un sentido en el que estas palabras son intercambiables. Sin embargo, hay otro sentido en el que no lo son. En este segundo sentido, un ganador de almas es alguien que alcanza a los perdidos donde vive, en su comunidad, en su familia, en su lugar de trabajo. Un predicador, por otro lado, es alguien que ha sido enviado por el Señor a un círculo diferente al que comúnmente vive.
Ahora bien, para que una iglesia sea considerada una verdadera iglesia del Nuevo Testamento, esa iglesia debe estar comprometida con la tarea de llevar a cabo la Gran Comisión. Esto implica que demos testimonio donde estemos y, desde allí, alcancemos a todo el mundo. Debemos participar activamente en la predicación del evangelio donde estemos, y aunque abarque a todo el mundo. Este es el mandato del Señor Jesús (cf. Hechos 1:8).
Así que, ya sea que estemos en casa, en el trabajo, en otra colonia, en otra ciudad o en otro país, debemos ser ganadores de almas, debemos predicar el evangelio. Este era el corazón de Pablo y es el corazón que debe estar dentro de cada uno de nosotros. Quiero tomarme unos minutos para mirar este pasaje y decirles cómo reconocer a un predicador del evangelio. Pablo nos dice los rasgos por los cuales se reconoce a un predicador genuino del Nuevo Testamento. Así que, mientras oímos las verdades que Pablo nos comparte aquí, examinemos nuestros corazones y veamos si estos rasgos son ciertos en nuestro caso también.