Al comenzar este capítulo me parece importante recordar algunas nociones generalesde lo que Dios nos dice en el Antiguo Testamento acerca de los padres, y de lo que nos dice Jesús en los evangelios.Según el Diccionario de Teología Bíblica, la palabra hebrea para “padre” (en arameo, abbá) es antes que nada lo más semejante a un balbuceo, parecido a las primeras palabras que pronuncia un pequeño niño atraído por34el amor hacia su padre. En realidad, el término hebreo abbá es más cercano a “papá”, e incluso “papito”, y expresa una gran ternura y cercanía.El concepto del “padre” en la Biblia está establecido por el patriarcado, el cual le otorgaba al hombre la primacía en la familia. Él disponía sobre los hijos, pues aun para casarse el hijo dependía de la voluntad del padre y esto hasta tal punto que el compromiso matrimonial de una hija no era válido si no contaba con el asentimientodel padre (Nm 30, 4-6). Además, el padre decidía en cuestiones de derecho hereditario (Lc 15, 11-32).Tal vez una de las afirmaciones más rotundas al respecto se encuentra en los mandamientos, donde se subraya la autoridad del padre y de la madre, y el respeto que se les ha de tener: “Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor, tu Dios, te lo ha mandado, para que tengas una larga vida y seas feliz en la tierra que el Señor, tuDios, te da” (Ex 20, 12; Dt 5, 16; Lv 19, 3). En consecuencia,el Antiguo Testamento afirma que maldecir al padre o pegarle son crímenes gravísimos (Ex 21, 15.17; Dt 21, 18-21). La literatura sapiencial pondera particularmente el respeto al padre (y también a la madre). Una síntesis de esta doctrina la ofrece el libro del Eclesiástico o Sirácida: Hijos, escúchenme a mí, que soy su padre; hagan lo que les digo, y así se salvarán. Porque el Señor quiere que el padre sea respetado por sus hijos y confirmó el derecho de la madre sobre ellos. El que honra a supadre expía sus pecados, y el que respeta a su madre 35es como quien acumula un tesoro. El que honra a su padre encontrará alegría en sus hijos y, cuando ore, será escuchado. El que respeta a su padre tendrá larga vida y el que obedece al Señor da tranquilidad a su madre. El que teme al Señor honra a su padre y sirve como a sus dueños a quienes le dieron la vida. Honra a tu padre con obras y de palabra, para quesu bendición descienda sobre ti, porque la bendiciónde un padre afianza la casa de sus hijos, pero la maldición de una madre arranca sus cimientos. No busques tu gloria a costa del deshonor de tu padre, porque su deshonor no es una gloria para ti: la gloria de un hombre proviene del honor de su padre y una madre despreciada es un oprobio para los hijos. Hijo mío, socorre a tu padre en su vejez y no le causes tristeza mientras viva. Aunque pierda su lucidez, sé indulgente con él; no lo desprecies, tú que estás en pleno vigor. La ayuda prestada a un padre no caerá en el olvido y te servirá de reparación por tus pecados. Cuando estés en la aflicción, el Señor se acordará de ti, y se disolverán tus pecados como la escarcha con el calor. El que abandona a su padre es como un blasfemo y el que irrita a su madre es maldecido por el Señor (Si 3, 1-16).Si deseas seguir profundizando lo que dicen las Sagradas Escrituras acerca del padre, puedes buscar en tuBiblia los siguientes textos: Pr 1, 8; 4, 1; 6, 20; 10, 1; 13, 361; 15, 20; 19, 26; 20, 20; 23, 22.24-25; 28, 24; 29, 3; 30, 11.17; Si 7, 27; 23, 14; Tb 4, 3-5.En cuanto al Nuevo Testamento, Jesús confirma el cuarto mandamiento (Mc 10, 19 y paralelos) y corrige los razonamientos falaces de los fariseos que enseñaban a desentenderse de las necesidades de los progenitores (Mc 7,10-13; Mt 15, 4-7). Además Jesús muestra su delicada consideración en las relaciones entre los padres y los hijos, especialmente cuando los primeros vienen a interceder ante el Señor por sus hijos enfermos (Mc 5, 40; Lc 8, 51; Mc 9, 14-29; Mt 17, 14-21; Lc 9, 38-43).Incluso cuando sus palabras aparentemente chocan contra los deberes de amor de los hijos hacia los padres, Él no se está refiriendo a violar la piedad filial, sino que expresa la urgencia de decidirse por el Reino de Dios en su seguimiento (Mt 8, 21s; Lc 9, 59s). Así pues, en Lucas14, 26, el término “odiar” o “aborrecer” con que se traduce la palabra griega miséo, es “postergar” (cf. Gn 29, 31.33; Mt 10, 37; 19, 29). En estas enseñanzas, Cristo no nos pide, para tomar parte en el Reino de Dios, más de lo queexige el matrimonio: estar dispuestos a tomar una distancia prudencial de los propios padres (Gn 2, 24).Probablemente algunas de la figuras paternas más emblemáticas de la Biblia son Abrahán, en el Antiguo Testamento, en relación con su hijo Isaac (no sucederá lo mismo con Ismael), y en el Nuevo Testamento, san José y especialmente el padre misericordioso, en la paráboladel hijo pródigo (Lc 15, 11ss), quien es modelo para los 37padres de todos los tiempos...
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