El escritor Erri de Luca decía en uno de sus libros que dos era el contrario de uno y que la vida no era otra cosa que un duelo constante, una aventura por multiplicar lo solitario y convertirse en el prójimo de alguien. En esta edición de Correspondencias Mario Muñoz se acerca a los duelos, una de las manifestaciones más claras de lo solos que nos sentimos a veces. No serán duelos de dolor sino duelos de espadas, de pistolas, dialécticos, musicales, con los demonios internos de cada uno o con las ambiciones de los poderosos. Donizetti, Händel, Blake, Brahms o Miles Davis nos prestarán su guante musical para lanzarlo a los oyentes y que puedan fingir la ofensa que mejor les convenga.

Si, como afirma Milan Kundera en 'La inmortalidad' la experiencia de sufrir es la que edifica quiénes somos, entonces vale la pena abordar en este Correspondencias el asunto del dolor y cómo se expresa en la música de Strozzi, Pergolesi o Beethoven. El binomio amor-dolor es traído por Morten Lauridsen y la posibilidad de consuelo nos la acerca Brahms. Todo comienza con 'De profundis' la carta más triste escrita jamás por Oscar Wilde.

El deseo será el protagonista de la nueva entrega de Correspondencias. Mario Muñoz viajará por músicas que hablan del despertar del cuerpo, de esa primera mirada encendida y el revoloteo incontrolado e impertinente que la acompaña. Serán en esta ocasión Armstrong, Umebayashi, Monteverdi, Puccini o Nyman quienes expliquen la fragilidad que provoca en nosotros ese vértigo compartido. En Bosque de símbolos la música de Zemlinsky y su sirena mirarán al lado contrario, a la herida del amor incomprendido. Y es que, como decía Marguerite Duras, la vida es inmortal si tenemos alguien a quien desear.