Un niño caminaba en el parque acompañado por su madre, que lo llevaba de la mano. Él miraba para todos los rincones, encantado por la altura de los árboles. Perdido en su imaginación, el niño notó que había un nido de pájaro en la rama de un árbol. Del otro lado del árbol estaba un pequeño polluelo que piaba sin parar. Tenía la boca abierta como si pidiera comida. – ¿Me puedo quedar con él, mamá? –Está bien. Pero debes saber que el pajarillo puede no sobrevivir con nuestros cuidados. El niño ni siquiera terminó de escuchar a su madre, se apresuró a tomar al polluelo en las manos como si fuera un nido y lo acomodó cerca de su pecho. Cuando llegó a casa, fue a la cocina, tomó un pan y lo desmigajó para dar de comer al pajarillo. El animalito incluso cerró los ojos de satisfacción. Después, le ofreció agua. Y así lo hizo por varios días. Un día, el niño se entristeció porque su gorrión ya no quería recibir comida en la boca. –Hijo mío, toda cría que crece se hace independiente. Y así es con todos los seres de la Tierra. Incluso con el ser humano. –Si tú te quedas para siempre conmigo, nunca conseguirás crecer de verdad. El niño prefería creer que el pajarillo y él mismo nunca se irían de casa. Un día, al llegar de la escuela, el niño corrió para saludar a su amigo gorrión. Al llegar a su cuarto se llevó un gran susto pues se dio cuenta de que no estaba ahí. El niño buscó debajo de los muebles, fuera de la casa, siempre gritando el nombre del pajarillo. Al no encontrarlo, comenzó a llorar desesperadamente. Su madre intentó consolarlo pero nada consiguió. –Él no podía irse de casa sin despedirse de mí. Yo lo cuidé con tanto cariño. Luego vio que el pajarillo estaba parado en el candil. El ave lo miraba con ojos tristes, como si entendiera lo que ocurría en el alma del niño. El niño lo regañó y el pajarillo lo escuchaba asustado. Cuando el niño quiso agarrarlo, el gorrión huyó, yendo a posarse en el umbral de la ventana. Viendo aquella actitud, el niño comprendió, entonces, que a su amigo no le gustaba vivir preso. "Él nació para ser libre, volar, ir a las alturas y ahí vivir con alegría", –pensó el niño. El niño se sintió feliz por pensar así. Hizo un gesto de despedida a su amigo alado y corrió a la cocina para abrazar a su madre.
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