NO SEAMOS SIMPLES OIDORES
Alrededor del mundo, cada primer día de la semana, un gran número de cristianos asisten a la iglesia para alabar y glorificar el santo nombre del Señor, así mismo como para aprender de su bendita Palabra. Durante el tiempo que dura el culto, casi todos los asistentes prestan una completa atención a toda la liturgia, participan jubilosamente de las alabanzas, entran en comunión con el Señor con las canciones de adoración, entregan sus diezmos y sus ofrendas y al momento de la prédica, prestan total atención al siervo de Dios que expone el mensaje para ese día. Una vez terminada la prédica y el culto, vuelven a casa y retoman las actividades planificadas para ese día.
Ir a la iglesia los domingos y participar religiosamente de toda la liturgia, se ha vuelto algo rutinario para muchos seguidores de Cristo, pues piensan que esto es lo más importante para caminar en la voluntad de Dios. Escuchar la Palabra de Dios sin duda es muy importante para la vida cristiana, pero no es el todo para afirmar que se está caminando de acuerdo a los parámetros que Dios espera de sus hijos. En su epístola, el apóstol Santiago nos dice: “Pero no sólo escuchen la palabra de Dios, tienen que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente se engañan a sí mismos.” Santiago 1:22. NTV.
El apóstol Santiago a través de estos versos, afirma lo importante que es saber lo que dice la Palabra de Dios, pero recalca que es mucho más importante obedecerla. ¿Pero cómo podemos obedecer la Palabra de Dios?. La única forma es poniendo en práctica lo que dice las Sagradas Escrituras. Santiago llama a los creyentes a poner en práctica todo lo escuchado de las Escrituras y a no ser simples oidores de ella como lo hacen muchos seguidores de Cristo. Además, el apóstol afirma, que si un cristiano no pone en práctica lo escuchado, se engaña a sí mismo en decir que es un verdadero seguidor de Cristo.
Si nosotros afirmamos que somos cristianos, debemos actuar de manera acorde a la fe que profesamos; de lo contrario, si solo leemos o escuchamos el mensaje de salvación y vida eterna, de la mera profesión de nuestra religión, y no vivimos en conformidad a ella, nos auto engañamos en decir que somos verdaderos seguidores de Cristo. Si en realidad amamos a nuestro Señor y Salvador, no nos conformemos con escuchar la prédica de los domingos, empecemos a poner en práctica todo lo que hemos escuchado y aprendido de la Palabra de Dios a lo largo de estos años. El anhelo de nuestro amoroso Padre Celestial es que todos sus hijos le sirvamos con los dones y talentos que hemos recibido por medio de su Santo Espíritu. Con esto en nuestra mente, empecemos hoy mismo a ser lo que Dios espera de sus hijos.