• De Sinaloa a Nueva Delhi: la ruta narca entre México e India - 04 Sep 24

  • 2024/09/04
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De Sinaloa a Nueva Delhi: la ruta narca entre México e India - 04 Sep 24

  • サマリー

  • Era una inspección de rutina. La de un día cualquiera para la Guardia Nacional y sus binomios caninos en Culiacán, Sinaloa. Nada excepcional en un lugar aparentemente lejano de las bravas sindicaturas como Jesús María, donde es latente el riesgo de toparse con los negocios del crimen organizado.

    Sucedió horas después del otro jueves negro en la ciudad, cuando circuló el falso rumor de que el “chapito” Iván Archivaldo había sido detenido. La orden del día de la Guardia Nacional incluía un trabajo rutinario que diera la sensación de normalidad a los uniformados: inspeccionar una empresa de mensajería de movimiento pausado. Pero la jornada, que se antojaba aburrida, terminó por descubrir una ruta narcótica que toca dos continentes.

    Los reportes de la Guardia Nacional establecen que, previa autorización de los dueños de aquella empresa, los perros especializados en olfatear narcóticos entraron al local de nombre reservado. Ahí olisquearon los paquetes acumulados que serían enviados al extranjero. Y una caja de cartón llamó la atención de un binomio canino, un belga malinois de nariz veterana, que marcó la presencia de droga.

    Para asegurarse, los uniformados pidieron la presencia de otro agente perruno, el que determinaría si estaba frente a un falso positivo o un real cargamento de droga. El movimiento de la cola confirmó que dentro de la caja de cartón había algo ilegal.

    Al abrirla, los guardias encontraron una bola de boliche color negro. Sus bordes lucían irregulares. Como si la hubieran partido en dos y luego unido con poca destreza. Por esa línea mal soldada, la esfera se abrió después de unos mazazos y reveló el contenido: metanfetamina. Un segundo descubrimiento fue más importante que el primero: el destino de la falsa bola de boliche era Nueva Delhi, la capital de la India, a más de 14 mil kilómetros de Culiacán, el bastión de Los Chapitos.

    El punto de llegada confirmó en México lo que el Buró de Control de Narcóticos en la India conoce bien: los cárteles mexicanos, principalmente el de Sinaloa y luego el Jalisco Nueva Generación, operan a sus anchas en la tierra de Mahatma Ghandi.

    En 2021, en un informe de riesgos nacionales elaborado por la agencia antidrogas DEA, quedó asentada que esa ruta preocupaba a Estados Unidos. En el texto se puede leer: “que el involucramiento de los grupos criminales mexicanos en la producción de metanfetamina es a través de laboratorios de escala industrial, principalmente, en China y la India”.

    Esa angustia tiene sus inicios en la pandemia, cuando el coronavirus aisló a China y congeló los envíos de precursores químicos para hacer drogas sintéticas en México. Los cárteles necesitaban nuevos proveedores, y pensando que el confinamiento duraría sólo unas semanas y únicamente en territorio chino, las mafias de la India se postularon para suministrar esos pedidos.

    Los nuevos socios de los mexicanos en el sur del Asia tenían varias ventajas: una industria farmacéutica de gran desarrollo, pero poca vigilancia gubernamental. Instituciones débiles, policías corruptas y puertos conectados con todo el mundo cuyo intenso ritmo diario impide que todos los cargamentos sean revisados con detenimiento.

    Además, las pandillas locales en Nueva Delhi, como los Gogi o Tillu, ofrecieron precios bajos a los narcotraficantes mexicanos con precursores químicos tan puros como los de China. Y aunque el mundo regresó a la nueva normalidad, y las mafias chinas volvieron a abastecer a los cárteles, la ruta México-India no volvería a estrecharse.

    Los ejemplos sobran. Por ejemplo, el caso del doctor Mohammad Sadiq, quien de día era un honorable químico egresado de la Universidad Devi Ahilya trabajando para una farmacéutica, pero de noche robaba ingredientes crudos de su trabajo para enviarlos al Cártel de Sinaloa. O, por ejemplo, el caso de la explosión en abril de este año de una casa en el norte de Nueva Delhi que dejó dos personas muertas y que, luego sabrían autoridades indias, era en realidad una cocina de metanfetaminas dirigida por mexicanos.

    Es un derrotero fácil de explicar. El capitalismo voraz. Los mexicanos quieren precursores químicos y los de la India se los dan; a cambio, los de la India reciben metanfetamina cocinada con la receta envidiable de los mexicanos, los mejores en el mundo para hacer ese narcótico adictivo y doloroso.

    Ellos ganan, nosotros perdemos, porque con ese millonario negocio se financia la larga guerra que no termina.

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あらすじ・解説

Era una inspección de rutina. La de un día cualquiera para la Guardia Nacional y sus binomios caninos en Culiacán, Sinaloa. Nada excepcional en un lugar aparentemente lejano de las bravas sindicaturas como Jesús María, donde es latente el riesgo de toparse con los negocios del crimen organizado.

Sucedió horas después del otro jueves negro en la ciudad, cuando circuló el falso rumor de que el “chapito” Iván Archivaldo había sido detenido. La orden del día de la Guardia Nacional incluía un trabajo rutinario que diera la sensación de normalidad a los uniformados: inspeccionar una empresa de mensajería de movimiento pausado. Pero la jornada, que se antojaba aburrida, terminó por descubrir una ruta narcótica que toca dos continentes.

Los reportes de la Guardia Nacional establecen que, previa autorización de los dueños de aquella empresa, los perros especializados en olfatear narcóticos entraron al local de nombre reservado. Ahí olisquearon los paquetes acumulados que serían enviados al extranjero. Y una caja de cartón llamó la atención de un binomio canino, un belga malinois de nariz veterana, que marcó la presencia de droga.

Para asegurarse, los uniformados pidieron la presencia de otro agente perruno, el que determinaría si estaba frente a un falso positivo o un real cargamento de droga. El movimiento de la cola confirmó que dentro de la caja de cartón había algo ilegal.

Al abrirla, los guardias encontraron una bola de boliche color negro. Sus bordes lucían irregulares. Como si la hubieran partido en dos y luego unido con poca destreza. Por esa línea mal soldada, la esfera se abrió después de unos mazazos y reveló el contenido: metanfetamina. Un segundo descubrimiento fue más importante que el primero: el destino de la falsa bola de boliche era Nueva Delhi, la capital de la India, a más de 14 mil kilómetros de Culiacán, el bastión de Los Chapitos.

El punto de llegada confirmó en México lo que el Buró de Control de Narcóticos en la India conoce bien: los cárteles mexicanos, principalmente el de Sinaloa y luego el Jalisco Nueva Generación, operan a sus anchas en la tierra de Mahatma Ghandi.

En 2021, en un informe de riesgos nacionales elaborado por la agencia antidrogas DEA, quedó asentada que esa ruta preocupaba a Estados Unidos. En el texto se puede leer: “que el involucramiento de los grupos criminales mexicanos en la producción de metanfetamina es a través de laboratorios de escala industrial, principalmente, en China y la India”.

Esa angustia tiene sus inicios en la pandemia, cuando el coronavirus aisló a China y congeló los envíos de precursores químicos para hacer drogas sintéticas en México. Los cárteles necesitaban nuevos proveedores, y pensando que el confinamiento duraría sólo unas semanas y únicamente en territorio chino, las mafias de la India se postularon para suministrar esos pedidos.

Los nuevos socios de los mexicanos en el sur del Asia tenían varias ventajas: una industria farmacéutica de gran desarrollo, pero poca vigilancia gubernamental. Instituciones débiles, policías corruptas y puertos conectados con todo el mundo cuyo intenso ritmo diario impide que todos los cargamentos sean revisados con detenimiento.

Además, las pandillas locales en Nueva Delhi, como los Gogi o Tillu, ofrecieron precios bajos a los narcotraficantes mexicanos con precursores químicos tan puros como los de China. Y aunque el mundo regresó a la nueva normalidad, y las mafias chinas volvieron a abastecer a los cárteles, la ruta México-India no volvería a estrecharse.

Los ejemplos sobran. Por ejemplo, el caso del doctor Mohammad Sadiq, quien de día era un honorable químico egresado de la Universidad Devi Ahilya trabajando para una farmacéutica, pero de noche robaba ingredientes crudos de su trabajo para enviarlos al Cártel de Sinaloa. O, por ejemplo, el caso de la explosión en abril de este año de una casa en el norte de Nueva Delhi que dejó dos personas muertas y que, luego sabrían autoridades indias, era en realidad una cocina de metanfetaminas dirigida por mexicanos.

Es un derrotero fácil de explicar. El capitalismo voraz. Los mexicanos quieren precursores químicos y los de la India se los dan; a cambio, los de la India reciben metanfetamina cocinada con la receta envidiable de los mexicanos, los mejores en el mundo para hacer ese narcótico adictivo y doloroso.

Ellos ganan, nosotros perdemos, porque con ese millonario negocio se financia la larga guerra que no termina.

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