Al Purdy, el vecino de Ameliasburgh “La batería de mi coche está muerta porque dejé los faros encendidos en un aparcamiento, miro alrededor y veo toda la maldita nieve que cayó al por mayor para mi desgracia y luego empiezo a caminar por la carretera helada en busca de un carro grúa. No sirve de nada hacer autostop, hay muy poco tráfico, además los habitantes de Winnipeg odian a los peatones, especialmente cuando hace 20 grados bajo cero. Tomo un atajo a través de un campo que me ahorrará quizás una milla. La nieve es poco profunda cerca de la carretera, pero más lejos, la cosa se hace más profunda, sin duda que debajo viven conejos calentándose con cocinas a leña y los gusanos deben usar parkas. Mis pies se hunden como un caballo artrítico hasta que estoy con la nieve hasta las nalgas, jadeando malamente, sabiendo que una dieta de comida chatarra y cerveza no me ha preparado para estos esfuerzos atléticos”. Ese es un fragmento de “Un día típico en Winnipeg”, texto escrito por el poeta canadiense Al Purdy, nacido el 30 de diciembre de 1918 en el pueblito ontariense de Woole. La noticia de que su fallecimiento el 21 de abril de 2000 en North Saanich, Columbia Británica, fue una muerte asistida causó estupor entre sus conocidos. Autor de casi 40 libros de poesía, sus textos pertenecen a una generación en la que preocupaciones sobre temas como género, indigenismo, multiculturalismo, poscolonialismo e identidad sexual todavía no eran visibles. Su trabajo fue documentar, desde un registro popular, la geografía y los hábitos de una diversa población canadiense. https://www.rcinet.ca/es/wp-content/uploads/sites/4/2020/11/Podcast-5-Belleville-final-Purdy.mp3
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